viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 2 – Animal nocturno


Lucía y Olga se encontraban sentadas en uno de los sofás, charlando distendidamente después de terminar de vaciar todas las maletas y de colocar de forma más o menos ordenada sus respectivas habitaciones. A los diez minutos llegó Emilia resoplando, y cayó en el otro sofá como una losa.
 -  ¡Buf! Yo no sé cómo he podido subir todas esas cajas por el mini ascensor que tenemos… Y encima todo desparramado por el suelo, menos mal que estabais aquí para ayudarme. Ha sido una locura.
 - ¿Cómo está Rodolfo? – preguntó Lucía divertida.
     Ha sobrevivido, pero tengo que bajar luego a comprar una pecera, porque no he podido traérmela de casa. Bueno contadme, ¿lleváis mucho tiempo en el piso?
     - Pues Lucía ha llegado un poco antes que tú, y yo he llegado esta mañana con mi novio, pero nos hemos ido a comer por ahí así que tampoco llevo demasiado tiempo en el piso. Es muy bonito, ¿verdad? - las chicas sonrieron – ya le he dicho a Lucía que la cocina es genial, y el salón también, claro. Mira Emi, el rojo del sofá hace juego con el tono de tu pelo. ¡Me encanta! ¿Es natural?
     -  ¡Gracias! Si, hace unos meses me di unas cuantas mechas y se me ha aclarado un poco el color, pero soy pelirroja desde siempre, herencia de mi madre.
    -  Pues es genial. Por cierto, ¿empezáis las dos mañana las clases? - asintieron- Yo estoy ya nerviosa, y eso que es mi quinto año de carrera. ¿Dónde habéis estado los años anteriores?
     -  Yo he estado tres años en una residencia universitaria, así que es mi primer año en un piso. Y quería irme con gente nueva porque la mayoría de las chicas con las que me llevaba el año pasado siguen en la resi o ya han terminado la carrera - Lucía sintió un poco de nostalgia - ¿y vosotras?
     - Yo estuve en una residencia también al principio, dos años, y los otros dos en un piso, pero mis tres compis terminaron la carrera así que me quedé sola con mi último año… ¿Y tú Emi? ¿Dijiste que este es tu tercer año, ¿no?
     -  Sí, el tercero. Pues me fui a un piso desde el principio, y el primer año genial, pero el segundo cambié de piso y de compañeros y no fue la cosa muy bien que digamos la verdad… Me fui con dos amigos de la carrera, y durante el curso estuve liada con uno de ellos, pero luego el otro me tiraba los trastos… un lío de la leche. Lo pasé un poco mal, si lo llego a saber no me voy con ellos ni de coña.
   -  ¿En serio? - Olga la miraba alucinada - parece el trío amoroso de una peli... ¿Y cómo terminasteis?
- Con el otro chico, Carlos, no pasó nada. Y estuvo mucho tiempo rehuyéndome, pero al final acabamos como amigos. Y con  Samuel... en realidad casi no he vuelto a hablar con él. Ya no nos llevamos como al principio.
    - ¿Pero a ti te gustaba? - esta vez fue Lucía la que preguntó, que había comenzado a tener mayor interés por la conversación.
     - Si, supongo que si, pero al final con lo de Carlos me hice un lío y... - en ese momento sonó su móvil desde la habitación - pero ya os contaré más cosas si queréis, que la historia es larga - añadió antes de salir disparada para coger el móvil. A los cinco segundos cerró la puerta de su cuarto y Olga y Lucía intercambiaron miradas pensativas.
    - A mí no me pasaban cosas así el año pasado - Lucía rio- me cae bien, parece maja. Y habla muy deprisa ¿verdad?




jueves, 27 de diciembre de 2012

Capítulo 1 - Donde todo empieza


El ascensor paró en seco en el número seis, y las puertas se abrieron con un molesto chirrido. Lucía bajó lo más rápido que pudo, pues los ascensores no terminaban de gustarle. No es que fuera claustrofóbica, pero no le hacía ninguna gracia la idea de subir en una caja sostenida mediante unos cables. Y aquel ascensor no era el más amplio del mundo, que digamos. Hasta entonces siempre había vivido, como mucho, en un tercer piso, así que había podido prescindir de ellos sin ningún problema. Pero la cosa cambiaba cuando tenías que subir seis pisos, y además llevando una maleta, una mochila y una caja.
Descubrió que la luz del portal parpadeaba, como si le costara alumbrar y estuviese haciendo esfuerzos por mantenerse encendida. Lucía arrastró sus pertenencias hasta la puerta bajo la letra D, buscó sus llaves en la mochila y abrió la puerta, la cual dejó tras de sí otro chirrido, como para hacerse notar.
-¿Hola?- saludó al entrar - ¿Hay alguien? - empujó todas sus cosas dentro de casa y cerró la puerta.
No obtuvo respuesta. Echó un vistazo a su alrededor. Se encontraba en medio de un pequeño recibidor, amueblado simplemente con un antiguo mueble con un par de cajones, y un espejo de cuerpo entero colgado en la pared. Y allí estaba ella, mirándose a sí misma. Se dio cuenta de que tenía la cara roja, probablemente del esfuerzo de cargar todas sus cosas desde la estación de tren, y de que tenía todo el flequillo despeinado. Se colocó un poco el pelo, aunque todavía no se había acostumbrado a tenerlo tan corto, y acto seguido entró a lo que parecía ser el salón. Un par de sofás rojos custodiaban una mesita de café frente a la televisión, que era bastante grande aunque parecía tener más años que la propia Lucía. En la otra parte de la habitación había una mesa de comedor, con cuatro sillas alrededor. Algunas estanterías en la pared que -pensó Lucía- pedían libros a gritos, un mueble vitrina que estaba vacío y un cuadro en el que se representaba un campo de trigo. No había mucho más destacable en toda la sala, unas cortinas que cubrían el gran ventanal que había ocupando casi una pared por completo, un par de lámparas y una planta que claramente era de plástico en un rincón. Pero a Lucía le gustó, ¿para qué necesitaba más? Además, se parecía bastante a las fotos que había visto en internet, así que era exactamente lo que se esperaba. Se paseó lentamente por todo el salón, observando cada rincón con detalle. De pronto, oyó ruidos en alguna parte de la casa.
-¿Hola? - volvió a gritar. Pero una vez más, nadie contestó. Comenzó a andar por el pasillo, haciendo caso de su oído. El ruido provenía de una de las puertas del fondo. Se acercó y cuidadosamente pegó el oído a la puerta. Había alguien cantando al otro lado algo ininteligible. Golpeó con los nudillos en la puerta, esperando que alguien abriese. Pero ni la puerta se abrió ni la voz dejó de cantar, así que decidió abrir la puerta unos centímetros y echar un vistazo.
La habitación era un dormitorio. Había una gran maleta medio vacía sobre la cama, y un armario con las puertas abiertas de par en par. Una chica de pelo castaño y ondulado se dedicaba a trasladar ropa de la primera al segundo. La chica estaba de espaldas a Lucía, por lo que no pudo verle la cara, pero llevaba unos llamativos auriculares, y bailaba y cantaba al ritmo de lo que sonaba en su cabeza, en algo que parecía ser un intento de inglés. La chica cogió un vestido de la maleta, lo desdobló y comenzó a bailar con él delante del armario. Cada vez subía más la voz, cantando en su idioma particular, y comenzó a girar al ritmo de la música. Y en ese momento vio a Lucía.
-¡Joder! - su cara cambió de repente. Soltó el vestido de golpe sobre la cama y se quitó los auriculares. -No sabía que había alguien en casa, ¡casi me matas de un susto!
-Ay, ¡lo siento! Yo también pensé que no había nadie, pero te oí cantar y llamé a la puerta. Como no me oías decidí abrir... ¡lo siento!
-Nada, ¡tranquila! - se acercó a Lucía, saltando por encima de otra maleta que había en el suelo. -Soy Olga, e imagino que tú eres...
-Lucía.
-¡Sí, Lucía!-se saludaron con dos besos cordiales. -Pues es que no esperaba que viniese nadie tan pronto, pensé que tú llegarías un poco más tarde, y la verdad es que la otra chica no sé cuándo vendrá. ¡Ay, qué vergüenza! Y yo aquí cantando y bailando como una loca... ¡vaya primera impresión! -y se echó a reír. Lucía sonrió, parecía simpática.
-No te preocupes, ha sido divertido, la verdad. Siento haberte asustado.
-Nada, la culpa es mía por haber puesto la música tan alta. Pero bueno, ¿llevas aquí mucho rato? Porque llevo más de media hora con la música así que no me he enterado de nada...
-¡Qué va, acabo de llegar! Ni siquiera he visto el piso.
-¿No? Ven, que te lo enseño. ¡Te va a encantar la cocina!-salió de la habitación y Lucía se apresuró a seguirla. -Pero bueno, cuéntame, ¿qué estudias?
-Periodismo. Es mi cuarto año. ¿Y tú?
-Yo bellas artes. Es mi último curso. Bueno, imagino que ya has visto el salón... -abrió una de las puertas que se comunicaban con él -...y ésta es la cocina, ¡tacháaan!
Entraron en la cocina, que, como había anticipado Olga, a Lucía le pareció genial. Era bastante amplia, y aunque los muebles y electrodomésticos no eran último modelo, todo estaba muy limpio y ordenado. En el medio de la cocina había una mesa redonda blanca, con otras cuatro sillas alrededor. En una estantería se dejaban ver tazas de diferentes colores, que aportaban a la cocina un toque bastante alegre, y en la pared en la que no había muebles colgaba un cuadro de unas fresas.
-¡Tenías razón, es preciosa! ¿Y esa puerta?
-Da a una mini terraza. Está acristalada, la lavadora está fuera. -Olga abrió la puerta, dejando a la vista un espacio acristalado de apenas un par de metros cuadrados. -Es muy pequeña, pero mira lo que he descubierto, ¡ven!. - Sin dejar de sonreír, se subió encima de la lavadora, y abrió una de las cristaleras por completo.
-Pero, ¿qué haces? ¡Ten cuidado! - exclamó Lucía, al ver que su nueva compañera de piso comenzaba a sacar las piernas por la ventana. -¡Que vivimos en un sexto!
-¡Tranquila! Es la escalera de incendios, está justo debajo... ¡sígueme! - y desapareció por la ventana. Lucía corrió hacia allí, asustada, y se asomó por la ventana subiéndose encima de la lavadora, tal y como Olga había hecho un minuto antes.
Efectivamente, la escalera de incendios del edificio estaba justo debajo de la ventana. Apenas tenía un metro de anchura, pero era lo suficientemente amplia para que cupiese una persona.
-¡¿Pero estás loca?! ¡Ten cuidado, en serio, que esto está altísimo! ¿Y para qué quieres salir ahí?
Olga dejó escapar otra carcajada.
-No, si esto no es todo. ¡Sígueme! - y dicho esto comenzó a subir el último tramo, que no era una escalera normal, sino una escalera de metal, con cuatro o cinco peldaños, pegada a la pared. Lucía no sabía qué hacer. "¿Pero dónde me he metido? Un ascensor que chirría, una compañera que canta y baila con sus vestidos y que se escapa por la escalera de incendios hacia nosedónde... esta tía está loca."
-¡Vamos, Lucía! ¡Es muy fácil subir, pero no mires abajo!-la voz de Olga se oyó desde arriba. Lucía tragó saliva, y en esos momentos casi deseó tener un ascensor de incendios en vez de una escalera metálica. Pero la curiosidad por saber dónde había ido a parar Olga era superior a su miedo, así que no lo pensó dos veces y lentamente comenzó a salir por la ventana, por encima de la lavadora. Apoyó los pies en el pequeño tramo metálico. La estructura parecía estable, aunque -por si acaso- no se soltó de la barandilla en ningún momento. "Madre mía, estoy en un sexto piso. No mires abajo, no mires abajo...". La voz de Olga volvió a llamarla desde arriba. Lucía subió, no sabía exactamente a dónde iba, pero no quiso volver a pensar en ello.
La azotea del edificio. Allí estaban. Realmente ninguna de las dos estaba segura de que estuviera permitido estar allí, pero no dijeron nada. Olga estaba de pie, en mitad del tejado, sin dejar de sonreír a Lucía.
-Precioso, ¿verdad?
-¡Vaya! ¡Menudas vistas!-Lucía estaba asombrada. Desde el tejado se podía ver una parte de la ciudad. Un sexto piso tampoco era la cima del Everest, pero era lo suficientemente alto como para impresionar de un primer vistazo. Se podían divisar a lo lejos numerosos edificios mucho más altos, de la parte más céntrica de la ciudad. Los edificios que rodeaban la azotea eran más o menos de la misma altura, así que podían ver los demás tejados. Y podían observar la calle desde las alturas. Desde ahí arriba el bullicio de los coches, autobuses y gente se percibía mucho más lejano.
-Me encanta. Y si mis cálculos no fallan, se tiene que ver la puesta de sol desde aquí...- Olga hizo un gesto con las manos, como para enmarcar el paisaje. -Me siento como Spiderman en lo alto del tejado...-y se echó a reír otra vez. Lucía se unió.
-La verdad es que tenías razón... y mira que las alturas no me hacen demasiada gracia.
-Bah, tú no pienses que estás en un séptimo piso... y es fácil subir. Me parece que me voy a pasar aquí muchas horas este año... aunque no sé si deberíamos estar aquí. No creo que este tejado esté para que la gente salga a tomar el fresco.
-Bueno... será nuestro pequeño secreto. - se sonrieron. De algún modo, Lucía se sintió cómoda en el tejado de su nueva casa, con su completamente desconocida compañera de piso.
-Será mejor que volvamos a casa. Todavía no has visto tu habitación. - las dos chicas volvieron a bajar y entraron en casa, por la ventana de encima de la lavadora.
-He dejado todas mis cosas aquí tiradas...-Lucía cogió su maleta, su mochila y su caja, que seguían en la entrada.
-Espera, que te ayudo. ¿Sólo traes esto?
-Eh, sí...
-¡Vaya! Yo vine hace dos días, pero traje muchas más cosas que tú. Dos maletas, tres cajas... en el fondo me encantan las mudanzas. Claro que mi novio me ayudó a traerlo todo, era imposible cargar con todo yo sola, y su obligación como novio era ayudarme. Aunque tuve que insistirle un par de veces... -volvió a reír- ¿Tú tienes novio?
-No, yo no. Ahora no, vamos... y además, he venido en tren así que no podía traer muchas más cosas.
-Ah claro, yo vine en coche... traíamos el maletero hasta arriba, un poco más y me tengo que quedar en casa para traer mis cosas. -pasaron al salón con el equipaje de Lucía.
Olga parecía muy simpática, y bastante extrovertida. A Lucía le cayó bien, aunque eso no quitaba que pensase que estaba un poco loca. Lucía no era tímida, pero le costaba coger más confianza al principio.
-Mira, tu habitación es la segunda puer...-pero el sonido del timbre interrumpió la frase. Alguien llamaba a la puerta insistentemente.
-¡Yo abro!-Lucía estaba más cerca de la puerta, soltó la caja que llevaba y se lanzó hacia el recibidor rápidamente, pues el timbre no dejaba de sonar. Miró por la mirilla, pero no consiguió distinguir nada. Abrió.
Al otro lado de la puerta había una persona -o al menos eso parecía- cargando con una pila de cajas de cartón que le tapaba por completo. Se veía que tenía dificultad para mantener el equilibrio, y todo lo que se veía eran unos rizos pelirrojos detrás de las cajas.
-¡Hola! ¡Un poco de ayuda, por favor!-exclamó una voz detrás de las cajas. Lucía y Olga no sabían bien qué hacer, se apartaron de la puerta porque el montón de cajas con rizos irrumpió en casa sin apenas pedir permiso.
-Eh... ¿y tú eres...?
-¡Ay, lo siento! ¡Qué maleducada, ni me presento ni nada, me llam...-pero el montón de cajas pelirrojo no pudo terminar la frase porque se tropezó con sus propios pies y las cajas se desplomaron por el suelo.
-¡Nooo!
-¡Cuidado! ¿Estás bien?
-¡Rodolfo, Rodolfo!-la chica pelirroja se tiró al suelo rápidamente, buscando algo. Por fin pudieron verle la cara.
-¿Qué?-Olga y Lucía no entendían nada. Allí estaban las tres, en la entrada, con la puerta de casa abierta y un montón de cajas en el suelo. Algunas de ellas se habían abierto, así que el recibidor se había llenado de cosas en apenas unos segundos.
-¡¡Rodolfo, mi pez!!-la recién llegada parecía asustada. Abrió una de las cajas que se había volcado por completo y siguió revolviendo en sus cosas.
-¡¿Tu pez?! ¿Traes un pez metido en una caja?-Olga no salía de su asombro.
-Sí... bueno, no, ¡claro que no! El pez viene dentro de un tupper, y estaba en la caja que iba arriba del todo... ¡¡pero ayudadme a busc... aaah!!- la recién llegada sacó un tupper del montón de cosas que se había formado en el suelo. Por desgracia, estaba vacío.
-¡Rodolfo! ¿Dónde estás?-no paraba de gritar como una histérica. Olga y Lucía se agacharon a para ayudarle a encontrar al pez. Ambas estaban pensando que la situación era totalmente surrealista, y realmente lo era.
-¡Ahí! ¡Ahí está!-Lucía señaló un punto de la habitación, e instantáneamente tres pares de ojos se fijaron allí. En medio de unos cuadernos -que parecían haber quedado inservibles por el agua que se había vertido del tupper- había un pequeño pez naranja, haciendo grandes esfuerzos por seguir respirando fuera del agua. La desconocida de rizos pelirrojos lo cogió, rápidamente.
-¡Rápido, traed un vaso con agua! ¡Vamos!-Olga salió corriendo hacia la cocina y enseguida volvió con un vaso lleno de agua. Metieron al pez dentro, que aunque no se movía demasiado, pronto empezó a respirar casi con normalidad. La dueña del pez sostuvo el vaso con las dos manos, a la altura de su cara, para observar a Rodolfo de cerca. -Tranquilas, sobrevivirá. Es un pez fuerte.
Lucía y Olga no sabían qué decir. La chica pelirroja había entrado en la casa como un huracán, revolucionando todo a su paso. Y ahora estaba allí, sentada en el suelo, rodeada de sus cosas esparcidas por todo el suelo del recibidor, con un pequeño charco de agua y un vaso con un pez en la mano. Levantó la vista del vaso y miró a su alrededor. A las desconcertadas inquilinas que la miraban con cara de no entender nada.
-Ay, siento mucho el desastre que he formado en poco rato... -se levantó del suelo, cerró la puerta de entrada (que ninguna de las tres se había percatado de que había estado abierta todo el rato, pero en ese momento pensaron en que menos mal que ningún vecino había salido al rellano en ese momento) y puso el vaso con el pez encima del mueble de los cajones.
-Bueno, no te preocupes, lo recogeremos enseguida. Esperemos que el pez esté bien...-añadió Lucía, intentando romper el hielo.
-Sí, Rodolfo se recuperará del susto.
-Por cierto, yo soy Olga, y ésta es Lucía. Tú debes de ser Emilia, ¿verdad?-el huracán pelirrojo asintió con la cabeza.
-Sí, pero mejor Emi. Casi todo el mundo me llama así. Encantada de conoceros, a las dos, y de verdad, perdonad por entrar así de golpe. No sé qué me ha pasado para tropezarme...
-La verdad es que no me extraña, con la cantidad de cosas que traías... cuando abrimos la puerta pensé que eras una pila de cajas con rizos.
-Sí, es que me ha traído mi padre en coche pero tenía que irse rápidamente y no me podido ayudar a subir las cosas... ¡casi ni cabía en el ascensor! Y por cierto, hay que arreglar la bombilla del rellano, que parpadea mucho y parece una discoteca.
-Sí, yo también me he dado cuenta antes. Se lo diremos al casero.
-Bueno Emi, ¿y tú qué estudias?
-Tercero de biología. ¿Y vosotras?
-Yo periodismo, estoy en cuarto.
-Y yo estoy en el último curso de bellas artes.
-¡Ay, qué bien! ¡Una paparazzi y una artista!-Emi parecía entusiasmada. Olga y Lucía rieron.
-Venga, voy a dejar mi equipaje en mi habitación, la cual todavía no he visto, por cierto, y luego te ayudamos a recoger todo esto.-Lucía volvió a coger su maleta, de la cual se había olvidado por completo con toda la historia del pez.
-Gracias chicas... ¡ay, me muero de ganas de ver el piso! En las fotos parecía genial... y presiento que va a ser un año fantástico. "Bulevar 457, sexto D". Suena bien, ¿eh?
Las tres sonrieron.